martes, 5 de febrero de 2008

Cuentos a la carta

Pues nada, ahí tenéis la piscina. La semana que viene, toca El músico I: Madrid. para la siguiente, las opciones son:

- El músico II: NYC
- El músico III: Bs. As.
- El músico IV: BCN
- Malos tratos, discriminación de la mujer y divorcios
- Humberto y Horacio

Explico: el juego consiste que tú, lector, votes en los comentarios a esta entrada por uno de los títulos de arriba. El martes que viene publico el que ha ganado la votación abierta el martes anterior, de modo que el ganador de esta votación se publicará dentro de dos semanas.

Besos y besas para todos y todas.

Villanueva (La piscina)

Villanueva es un pueblo que tiene una piscina. Es una piscina cubierta, más o menos nueva, adosada al polideportivo de toda la vida, que es, evidentemente, mucho más antiguo.
En Villanueva reside desde hace cuatro o cinco años Cándido Morán Bermúdez, funcionario de Correos, miope, rubio y madridista; padre de dos hijos a los que ve cuando le obligan, bebedor ocasional y cliente habitual de Serenade, el menos casposo de los burdeles cercanos.
Cándido nunca ha tenido amigos en Villanueva. No ha conseguido entablar relación con ninguno de sus compañeros de trabajo, ni con otros habituales del Serenade, fuera de esos ámbitos. En general, sus vecinos siempre han pensado que hay algo oscuro en la intimidad de Cándido.
El señor Morán también hace deporte: acude a la piscina municipal de Villanueva dos o tres veces por semana, hace veinte o treinta largos, y se va. A esta piscina suele acudir también Verónica Borrell Valverde, también funcionaria, también forastera, pero más simpática, joven, guapa e integrada en la comunidad que el cartero.
Vero es licenciada en veterinaria, pero trabaja en la administración de justicia, desarrollando alguna labor administrativa en el juzgado de Villanueva. Se sabe guapa, se cuida, y le gusta lucirse. Comparte piso con Isabel Carvajal García, y con Silvita, hija sin padre de esta última. No falta quien comente que comparten algo más que el piso.
Vero, Isabel y Silvita acuden semanalmente a la piscina municipal, al cursillo de natación para niños de 1 a 3 años. Como el curso se desarrolla en una piscina de 70 centímetros de profundidad, la veterinaria quiso obviar la norma que obliga al uso de gorro de baño. El monitor del cursillo no quiso entrar en razón, así que ahora Verónica se pone el gorro de baño como un solideo.

Y entonces llegamos a Lo que pasó.

Lo que pasó es que el sábado por la mañana, Cándido se levantó ligeramente resacoso: el viernes había hecho una visita al Serenade y se le había hecho tarde. Así que decidió quemar la resaca en la piscina, castigarse haciendo unos largos mientras planeaba cómo perder el tiempo el resto del fin de semana. Y ocurrió que, al salir del agua, vio a Verónica, tan joven, tan guapa, luciendo ese escaso bikini... Y pasó a la ducha, y bajo el chorro de agua caliente, sedado por la resaca y el cansancio, se ensoñó pensando en la veterinaria del juzgado, y de eso pasó a ensoñarse en las actividades de la noche anterior, y de eso pasó a sentir una intensa erección, y de eso pasó a darse cuenta de que su mirada perdida estaba clavada en un niño al que duchaba su padre, y de eso pasó a recibir una mano de hostias que lo mandó al hospital.

lunes, 4 de febrero de 2008

Otra vez Telefónica

Pues resulta que la línea de teléfono fijo que tengo en casa, la que estoy usando ahora mismo para escribir esto, la tengo contratada con Telefónica. No tenía otro remedio: ninguna otra empresa estaba en condiciones de instalarme la línea en casa.
Así que contraté por teléfono la susodicha línea. Tuve que hacer tres llamadas al 1004 para enterarme de lo que entraba en la promoción y lo que no; en cada llamada me daban un precio distinto. Al final, me habría dado lo mismo.
Cuando llegó la factura, me querían cobrar por lo que me habían prometido que sería gratuito. Como no les había dado mi número de cuenta, no pagué la factura y llamé para poner una reclamación. No se preocupe, me dijeron, en la siguiente factura le descontamos lo que se le ha cobrado de más. Estupendo, me dije yo, espero a que llegue la siguiente factura y así pago las dos a la vez, evitándome hacerle un préstamo a Telefónica, que encima no generaría intereses.
Pero llega la siguiente factura, un día después de que me restrinjan las llamadas salientes. Y no sólo no me han descontado nada, sino que también me cobran lo que iba a ser gratis por la promoción. Así que llamamos al 1004 otra vez, y descubrimos que no figuraba ninguna reclamación anterior. Volvemos a reclamar, y decidimos pagar la segunda factura (sólo 60 €) para ver si nos dejan llamar por teléfono.
Después de esto, volvemos a llamar al 1004, y nos dicen que no hemos puesto ninguna reclamación. Y que no tenemos derecho a ningún descuento porque el teleoperador que dio de alta el contrato olvidó marcar la casilla del compromiso de permanencia. Así que aún debemos a Telefónica 127 €.
Supongo que es posible que se pueda reclamar para que nos arreglen este desaguisado, pero ya habría que meterse en papeleos, denuncias y demás, así que paso. Además, volveríamos a tener compromiso de permanencia... mejor pagar y salir corriendo. No es ningún secreto que Telefónica ya me caía mal, pero es que ahora prefiero quedarme incomunicado antes que volver a tener tratos con esa empresa.

Vamos, que a Telefónica no la toco ni con un palo.

Por cierto, aún podéis votar aquí por el cuento que querais para la semana que viene.