Yo compartía con mi novia un mini de calimocho en un bar de Malasaña. Era la primera vez que íbamos a ese bar, y nunca volvimos, pero aun así recuerdo el nombre: el Aenima. Fue hace tanto tiempo que no solo se podía fumar en los bares, además nosotros lo hacíamos regularmente. Y tan regularmente fumábamos que nos quedamos sin tabaco, con la mala suerte de que en el Aenima no vendían.
Así que fui de bar en bar buscando tabaco, mientras ella me esperaba con el calimocho. Tras tres o cuatro intentos fallidos, llegué a un local en cuya puerta había un señor, que al intentar entrar me dijo algo de una fiesta. Yo le informé de que no quería más que comprar tabaco, y él me abrió la puerta mientras me intentaba decir algo con la mirada, que yo no entendí.
Y al abrir la puerta, aún sin entrar en el local, choqué con la mirada de un hombre algo mayor que yo, rapado, con gafas de montura metálica, entre delgado y fibroso, que, mientras me desnudaba con los ojos, le daba vueltas a su pene: estaba desnudo. ¡Claro! El señor de la puerta me había dicho que había una fiesta sin calzoncillos. Miré a mi alrededor, y descubrí, al lado del ropero en el que otros dos hombres se desnudaban, la máquina de tabaco.
martes, 10 de julio de 2012
Basado en hechos reales (II)
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