martes, 23 de enero de 2007

El trauma del bigote

Siguiendo con la temática de la entrada anterior, aquí viene otra de recuerdos. Esta vez, retrocedemos más en el tiempo, hasta 1979 ó 1980. Entonces yo iba a parvulitos. Entonces, como ahora, al final del curso los niños teníamos que hacer el canelo en un escenario para disfrute de nuestros padres: hay cosas que nunca cambian. El caso es que aquel año nos tocaba bailar un chotis (¿es o no es humillante? ¡y todavía no hemos llegado a lo que es el trauma !), así que íbamos disfrazados para la ocasión, de chulos y chulapas, o chulas y chulapos, o como se diga. Al llegar al colegio, y este es un recuerdo vívido y claro, me embargó cierta sensación de superioridad sobre mis compañeros: yo era el único que no llevaba un bigote pintado, sino un postizo pegado en la cara. Pobre de mí...
Entonces empezó la actuación en sí misma. Y lo único que recuerdo es estar bailando en el escenario cuando, inopinadamente, ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. Bueno, en realidad no puedo recordar cuántas veces ocurrió, pero seguro que más de uno. Y yo seguía con mi chotis... Por fin, me armo de valor, y al caer el bigote decido mandarlo a tomar por culo freir puñetas; justo en ese momento acaba el bailecito. Pienso, yo para mí, ahí te quedas, hijo de una puta y cien frailes bigote del infierno, y me retiro con mis compañeros fuera del escenario...
Y entonces, resuena el clamor popular, el público enardecido corea: ¡¡el bigote!! ¡¡el bigote!! ¡¡el bigote!!
Con lo cual, no me queda más remedio que humillarme una vez más, salir al escenario, coger el bigote, pegármelo, y retirarme de nuevo...
Esta fue la experiencia más humillante de mi vida, hasta ese momento (Inocente de mí, no sabía lo que vendría después...). Desde entonces, odio los organillos, el chotis, los chulapos y las actuaciones de fin de curso.


P.S.: Por aquel entonces, yo era así:

Pablo

1 comentario:

  1. Pablo tú no te preocupes, todos tenemos traumas parecidos. Nosotros en mi pueblo hacíamos Teatrillos para las fiestas. Y yo como hablo tan deprisa era un caos. Recuerdo que una obra la terminaba yo, vamos que yo daba la última palabra. Pues la Almu diciéndolo y esperando los aplausos y todo el mundo me miraba diciendo ¿pero qué ha dicho Almudenita? si allí me llaman así porque era muy muy delgadilla jajajajaja. Pues ese fue para mi un trauma.... Que corte pase.
    Almu

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