jueves, 27 de julio de 2017

Viajar en tren

Coincidíamos todos los días, o casi, en el tren. En el de las 7:21 o en el de las 7:33, al menos tres veces por semana íbamos juntos. Como los dos llevábamos bicicleta coincidíamos en la misma puerta del mismo vagón. Al segundo o tercer día empezamos a saludarnos: "hola", "hola". Todos los días. Supongo que los dos teníamos ganas de entablar conversación con el otro; al menos, yo sí quería hablar con él, pero nunca he sido capaz de iniciar una conversación con un desconocido. En el tren de vuelta nunca, o casi nunca, coincidíamos. Solo algunas veces, cuando yo iba tarde y cogía el tren de las 14:46.
Un día, sin embargo, se subió en el tren de las 14:26, y encima no lo hizo en nuestra parada, sino en la siguiente. Eso dio pie a un "¿qué haces tú aquí?", o algo así le dije. Y hasta ahora.

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Odio profundamente a la gente que va en tren. A casi todos:
- Los que están fumando en el andén y suben al tren soplando una enooooorme bocanada de humo.
- Los que no se apartan para dejar salir antes de entrar.
- Los que entran y se quedan parados en el medio, estorbando a más no poder.
- Los que ocupan los lugares o asientos reservados para sillas de ruedas, minusválidos, carritos de bebé, bicicletas.
- Los que hablan a gritos por el móvil.
- Los que entran a toda prisa en el tren, y lo recorren buscando un asiento libre, y cuando lo encuentran se lanzan a él como cuervos a los ojos de una cabra muerta.
- Los que tienen que salir del tren por la puerta más cercana a la salida de la estación, como si les fuera a estallar la cabeza por recorrer esos cinco metros de  diferencia por el andén y no por el interior del vagón.

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Se han encontrado esta mañana en el vagón. Uno venía desde Gijón, el otro se ha subido en Serín. Se saludan, y comentan algún tipo de evento musical al que uno acudió y el otro no. Le muestra un par de grabaciones en el móvil, al amigo y de paso a todos los demás viajeros. Comentan cosas sobre sus trabajos, sus horarios. Y de pronto mencionan el suceso que ha conmocionado a Gijón este verano, y resulta que conocen a uno de los autores. No presto mucha atención a lo que dicen. Me parece que, de alguna  manera, intentan disculparlo: la mitad de lo que dice la prensa es mentira, y además el chaval lo ha pasado muy mal en la vida.
Al llegar a Lugo de Llanera, el tren siempre se detiene para dejar pasar al Alvia. Cuatro o cinco minutos, nada más. Ellos aprovechan para abrir la puerta del vagón y compartir un cigarrillo. Uno, el más bajo, más fornido, rapado, con camiseta y pantalón de chándal, no sale del vagón, pero saca el brazo como intentando alejar el cigarrillo de la puerta. El otro, más alto y delgado, con camisa y una cadena sujetando su cartera, sale del vagón y se aleja uno o dos metros. Acaban el cigarro y vuelven a sentarse.
¿Qué tendrán, 20, 25 años?

4 comentarios:

  1. ¡qué peligro tiene viajar en el tren!, se cruza uno con tipos de dudosa catadura moral...y como bien dices incluso algunos llevan ¡bicis!... ¡no se dónde vamos a llegar!

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    1. Eso digo yo. Si vas en tren, vas en tren. Si vas en bici, vas en bici. ¿Qué es eso de meter la bici en el tren? ¿Qué será lo siguiente? ¿Meter el tren en el coche?

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  2. Me encanta el tren...ver y/o conocer gente...de todo tipo

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    1. Ay, no. El tren es madrugar, ir al trabajo, volver a casa cansado y hambriento.

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