lunes, 24 de septiembre de 2007

A-6

Supongo que cuando me di cuenta ya debía haberme adelantado tres o cuatro veces. Pero entoces la vi: una chica conduciendo un opel astra azul oscuro con la L detrás, que me adelantaba y se quedaba justo delante de mí. Y me di cuenta de que la había visto varias veces. Así que llevábamos un rato jugando, y yo no me había dado cuenta, ¿no? Pues nada. A jugar.
Yo iba despacito, a 110 o así. Sólo tuve que pisar a fondo y esperar un poquito. La ford transit se puso berraca, menos mal que iba vacía, y adelanté al astra. Miré a la conductora mientras la adelantaba: pelo largo y negro, gafas de sol, no me miraba. Es todo lo que me dio tiempo a ver. La pasé, y me quedé a 130 delante de ella, esperando a ver que hacía, no fuera a ser todo imaginación mía.
Durante un rato no pasó nada. Yo seguía a 130 por la autovía, manteniendo la velocidad. Y no la vi llegar: apareció, a 150 por lo menos, se quedó delante de mí, y frenó. Bajó a 100, casi me estampo contra ella. Así que reduje, me puse a 100, esperé un ratito, y volví a pisarle. Otra vez la transit a 130. La pasé, la miré, ella a mí no, y me quedé delante, otra vez.
No puede ver mucho más. Morena, rizosa, gafas de sol, camiseta blanca, mirada al frente.
Pues nada, a esperar. Otro ratito a 130, el astra que desaparece por el retrovisor, el astra que aparece por el retrovisor, me pasa y se vuelve a clavar a 100 delante de mí. Tuve que frenar un poco bruscamente, menos mal que la transit iba vacía; pero ya me cansaba el jueguecito. Así que mientras dudaba entre darle zapatilla y dejarla atrás o pararme a descansar un rato, vi que ella ponía el intermitente para salir de la autovía a un área de descanso. Así que puse yo también el intermitente, por ver qué pasaba más que otra cosa.
Entré muy despacio en el aparcamiento, para poder ver qué hacía ella y tener cierto margen de actuación. Y en el aparcamiento había tres monovolúmenes y un todoterreno aparacados muy juntitos a la sombra en un extremo, y ella aparcó al sol en el otro.
así que sin saber muy bien qué iba a hacer, me fui donde estaba ella, y aparqué. Todo muy despacio, con mucha parsimonia y precisión para dejar la furgoneta exactamente centrada en la plaza de aparcamiento; y exactamente enfrente del opel astra azul oscuro.
Sin mirar por los retrovisores, me santigüé, m sequé el sudor de la frente con un trapo sucio y bajé de la furgoneta. Sin mirarla todavía, cogí una bolsa del eroski con restos de bocadillos y empanada y una botella de agua, y miré: ella estaba sentada en una mesa redonda de piedra, con los pies apoyados en el banco. Mirándome. Así que, sin cerrar la furgoneta, fui y me senté, en la mesa de al lado, con los pies en el banco, mirándola. Estaba como a cinco metros de la chica. Así que pude hacer un examen detallado.
Tendría poco menos de 40 años. Le faltaban un par de kilos. Morena, rizosa, camiseta blanca, vaqueros azules, gafas de sol que se quitó mientras yo la miraba. Tenía los ojos marrones, muy normalitos, nada del otro mundo.
Me miraba.
Yo la miraba también, con la comida en la bolsa a un lado, con cara de pregunta. Pero ella me miraba, y nada más. Yo esperaba algo de su parte, una señal que me indicara qué hacer. Enséñame que no llevas bragas, pensaba yo; dime que quieres fumarte un porro, háblame de tu marido, o de tu novia, dime que conduzco fatal... Dime hola.
Pero ella no decía nada. Mordisqueaba muy despacito medio sandwich de algo blanco, como mayonesa o queso filadelfia. Y me miraba.
Sonríeme, pensaba yo; tócate el pelo, coge el móvil, acaríciate una teta, haz algo... Dame una señal.
Pero me miraba y no decía nada.
Me armé de valor, y sin dejar de mirarla, bebí un trago de agua.
Pero ella seguía mirándome, absolutamente inexpresiva, mordisqueando el bocadillo, comiendo muy despacito.
No pude más. Llevábamos lo menos 20 minutos mirándonos, y la del astra no decía nada. Me harté. Si por lo menos estuvieras buena, pensé, mientras me levantaba de un salto hacia la furgoneta.
Durante un segundo estuve meditando seriamente qué hacer. No sabía si largarme o sacar un palo y abrirle la cabeza. Antes de llegar a una conclusión me acordé de los monovolúmenes y el todoterreno. Así que me metí en la furgo y salí quemando rueda. Alguna africana de la casa de campo acabaría pagando las tonterías de la del astra azul oscuro.

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