jueves, 13 de septiembre de 2007

Amanda

Hace muchos, muchos años, yo frecuentaba un garito nocturno llamado La Sucursal. En él trabajaban Amanda y Violeta, dos chicas muy simpáticas que hicieron muy buenas migas con algunos de mis amigos.
Amanda era actriz. Y era rubia. Y estudiaba el la famosa escuela de ¿Cristina Rota? ¿Lola Herrera? o alguien así.
Cuando yo ya había dejado de ir a La Sucursal, Amanda estaba participando en la Catársis del Tomatazo. Era (y quizá todavía es) un espectáculo en un teatro alternativo (o sea, pequeño) en el que se repartían tomates a los espectadores para que certificaran con ellos que una actuación no les había gustado.
Allí, amanda conoció a una o varias personas que se dedicaban a la música. Así que, con uno o varios de estos chicos, y quizá más gente, formaron un grupo. Amanda tocaba la batería.
Hicieron lo que hacen los grupos cuando empiezan: ensayar, ensayar y ensayar. Luego empezaron a tocar en lugares pequeñitos y a componer temas propios, no necesariamente en ese orden. Y luego, apareció un productor que parecía querer ayudarles. En realidad, lo que quería era aprovecharse de ellos y largarse con la pasta.
Así que pasaron de aquel productor. Y siguieron ensayando y tocando. Y apareció otro productor. y esta vez no iba a timarles: veía en ellos (sólo en ellos) un gran potencial. Pero había un par de cosas que no le gustaban: los grupos españoles que cantan en inglés no triunfan nunca, salvo que se llamen Dover; y una chica a la batería es lo peor. Es menos comercial que un cantante calvo y feo. Así que se vieron en una disyuntiva: o darle la patada a Amanda y grabar un disco, o seguir como hasta entonces.

Hoy ese grupo se llama El Canto del Loco.

miércoles, 12 de septiembre de 2007

12/09/07

Hoy hago 32.


Mis supersticiones

Cuando nací, como a todo el mundo, me asignaron un signo del zodiaco. Me abrieron el cráneo y me lo tatuaron en el cerebro, como a todos los niños de bien.
Soy virgo. Esto quiere decir que soy un tío extrovertido, hablador, animoso, simpático, amigable, aventurero, amigo de mis amigos, y además nunca me quedaré calvo. Los virgo somos así todos, ya lo sabéis.
Esta es la primera superstición. Luego aprendí otras: no pasar por debajo de una escalera, no cruzarse con un gato negro, no romper espejos, no tirar la sal... Todo el mundo sabe que esas cosas traen muy mala suerte. Algunas lo hacen en general, mala suerte; otras lo hacen en lotes de 7 años. Eso es casi mejor, porque con el paso del tiempo sabes que cambiará tu suerte y tu vida dejará de ser una mierda.
Al principio, de jovencito, yo me creía todo esto. Nunca pasaba por debajo de una escalera. Daba un rodeo para no cruzarme con un gato oscuro, por si acaso. Procuraba no romper espejos y no tirar la sal.
Luego fui aprendiendo otras cosas: no se puede vestir de amarillo, sobre todo si se va a participar en algún espectáculo público. La sal no sólo no se puede tirar, sino que tampoco se puede entregar en mano: hay que dejarla encima de la mesa. Por supuesto, si una gitana te ofrece una ramita de algo que podría ser romero a cambio de sólo unos pocos euros, debes aceptarlo e incluso darle las gracias. Y lo más importante: no puedes tratar a una chica como a un amigo. Eso trae muy mala suerte, sobre todo si pretendes enrollarte con ella.
Y seguía siendo virgo.
Yo me seguía creyendo todo esto, hasta que un día algo cambió. No sé si fue algo hormonal, o un documental de Carl Sagan, el final de mi pubertad o una especial alineación de los astros; el caso es que de repente dejé de creer en todo esto y empecé a hacer lo contrario, para demostrar que era una patraña.
Cada vez que veía una escalera me lanzaba corriendo y pasaba bajo ella no una, sino seis o siete veces. Si veía un gato, del color que fuera, corría tras él y lo rodeaba varias veces. Daba un puñetazo a cada espejo que veía. Siempre que necesitaba sal, tiraba un poco antes de echarla en el plato. El amarillo se convirtió en el color más abundante de mi armario. Empecé a huir de las gitanas y a tratar a mis amigas como si no las conociera.
Esto trajo unas consecuencias funestas. Cada vez que veía un gato, pasaba dos horas estornudando. Cada espejo que rompía mi padre me daba una paliza. Cada vez que tiraba la sal, mi madre me daba una colleja. Y vestido de amarillo limón, a las chicas les daba un poco igual cómo las tratase.
Y a todo esto, yo seguía siendo virgo.
Un día, alguien me dio la solución. Me dijeron: lo que de verdad trae buena suerte es no ser supersticioso. Y lo cumplo a rajatabla: sólo paso por debajo de una escalera si me viene mejor que rodearla, y viceversa. Vuelvo a huir de los gatos, pero ahora sé que les tengo alergia. Procuro no romper espejos, porque aunque mi padre ya no me pega, ahora me toca a mí pagarlos. Si se cae la sal, la recojo y punto. Sigo huyendo de las gitanas y su ramita, pero es sólo por guardar mi dinero. Ya no visto de amarillo, pero es que me queda fatal.
Pero seguía siendo virgo.
Así que me he borrado. Ha sido difícil encontrarlo, pero un destatuador de cerebros me ha quitado el signo de virgo del cerebro. Ya no soy un tío extrovertido, hablador, animoso, simpático, amigable, y todo eso que he dicho antes. Ahora soy introvertido, tímido, callado, un poco borde, miedica, tacaño, y además estoy perdiendo pelo.

lunes, 10 de septiembre de 2007


He vuelto.

He vuelto de mis vacaciones. Como estoy un poco vago y no me apetece ponerme a redactar algo coherente, os dejo una serie de comentarios acerca de este verano:

- Me perdí, en compañia de otros, en los Picos de Europa. En realidad no llegamos a estar muy perdidos, así que fue divertido.
- Vi a Jorge Sanz (sí, ése que de pequeñito hizo de Conan) en las fiestas de mi pueblo. Hace unos años también se pudo ver por allí a Jesús Cifuentes, el de Celtas Cortos. Seguro que en alguna otra ocasión ha venido alguien famoso y/o conocido y no me he enterado.
- La vuelta al trabajo es un asco.
- En tres semanas que he estado en Asturias, he visto dos días de sol. Y uno de ellos era el que me volvía a Madrid.
- He engordado un par de kilos. No está mal, podría haber sido mucho peor.
- La vuelta al trabajo es un asco.
- He recuperado el gusanillo del senderismo, el (tekking) trekking o como lo queráis llamar. Vamos, que me tira lo de coger el macuto y echar a andar monte arriba.
- Janet se ha currado un portal: Abismo vertical.
- Se escribe varano, no barano.
- Antes de irme dije que tenía algo importante que anunciar. Bueno, es importante para mí, no penséis que he descubierto la fórmula de la paz mundial o la vacuna contra el sida. De todas formas, no me apetece hablar de ello ahora, así que os lo contaré más adelante. O no.