Normalmente escribo la reseña de los libros que leo para publicarlas todas juntas al inicio del año siguiente (y cuando digo "normalmente" quiero decir que empecé el año pasado, y, si continúo haciéndolo, en enero publicaré la segunda entrada de este tipo). Pero me acabo de leer un libro y me veo impelido a escribir una entrada aparte sobre él.
El libro es "20 polvos". Y el autor es Rafael Ferández. Su blog es
este, y su twitter ahora es
este, y
este es el que le suspendieron por hacer cosas que no debía.
Rafael Fernández es canario, y vive en Asturias con su mujer ucraniana. Como no encontró editorial que quisiera publicar sus libros, se dedica a la autoedición. Y, claro, eso se nota.
La primera vez que leí algo suyo fue un blog que tenía hace un montón. Igual diez años.Lo descubrí un día, y creo que ya había dejado de escribirlo, y en una semana o así me lo ventilé entero. O casi. Ese blog acabó siendo una novela:
Diarios de sexo y libertad. Y lo que leí me encantó, y por eso me alegré cuando volví a dar con él en su blog, que leo regularmente. También lo sigo en twitter.
En cuanto a
20 polvos, lo primero que notas al abrir el libro es que la maquetación es... rara. Aprovecha demasiado la página, dejando un margen muy estrecho. Y aunque el tamaño de la tipografía es bueno, tiene un interlineado de mierda que apretuja las líneas unas contra otras. Feo, muy feo. Cuesta entrar ahí, pero se puede hacer.
También se nota la autoedición en las faltas de ortografía. Se le ha escapado alguna por ahí. Y puede que a vosotros no, pero a mí me desagrada y me incomoda mucho encontrarme faltas. Me sacan de la historia, el texto entero [
pieder] pierde credibilidad y verosimilitud. Sí, vale, puede que sea un poco maniático.
Luego está el estilo. Rafael hace una cosa que me pone un poco nervioso: encadena los dos puntos: uno detrás de otro: un párrafo entero: me vuelvo loco: no puedo más. Así que los dos puntos pierden su significado, y en realidad podría poner guiones, almohadillas, líneas verticales o cualquier otro símbolo. No me gusta. Ya lo hacía en aquel blog, es cierto, pero yo no recordaba que fuera tan exagerado.
Y la historia. Nos cuenta en primera persona unos meses de la vida de Sigmundo, su álter ego, un ser mezquino, rastrero, racista, machista, con delirios de grandeza, cuya trayectoria vital coincide en gran parte, al parecer, con la del autor. Y es tan deleznable el personaje que me resulta imposible empatizar con él, así que me da un poco igual lo que le pase. Y, otra vez, no es así como yo lo recordaba. Si bien en mi recuerdo Sigmundo hablaba mal de todas las mujeres con las que se acostaba, no era un personaje tan absolutamente despreciable como ha resultado ser en este libro.
¿Sabéis cuando tienes muchas ganas de leer, ver o escuchar algo, y por fin lo tienes delante, y acabas absolutamente decepcionado? Me pasó con
Sexo en Milán, me pasó con
Los Guardianes de la Galaxia, me ha pasado con
20 polvos. Y ahora no sé qué hacer. Por un lado me apetece leer Diarios secretos de sexo y libertad, para ver si cuadra con mi recuerdo, y por otro lado me pide el cuerpo dejar de lado las novelas de Rafael Fernández y seguir leyendo su blog, que suele ser interesante.
[Actualización: Aquí el autor habla de mí sin mencionarme. Me dedica todo un párrafo.]