Entonces empezó la actuación en sí misma. Y lo único que recuerdo es estar bailando en el escenario cuando, inopinadamente, ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. ¡zas! el bigote al suelo. Así que me agacho, lo recojo y me lo pego. Bueno, en realidad no puedo recordar cuántas veces ocurrió, pero seguro que más de uno. Y yo seguía con mi chotis... Por fin, me armo de valor, y al caer el bigote decido mandarlo a
Y entonces, resuena el clamor popular, el público enardecido corea: ¡¡el bigote!! ¡¡el bigote!! ¡¡el bigote!!
Con lo cual, no me queda más remedio que humillarme una vez más, salir al escenario, coger el bigote, pegármelo, y retirarme de nuevo...
Esta fue la experiencia más humillante de mi vida, hasta ese momento (Inocente de mí, no sabía lo que vendría después...). Desde entonces, odio los organillos, el chotis, los chulapos y las actuaciones de fin de curso.
P.S.: Por aquel entonces, yo era así:
Pablo tú no te preocupes, todos tenemos traumas parecidos. Nosotros en mi pueblo hacíamos Teatrillos para las fiestas. Y yo como hablo tan deprisa era un caos. Recuerdo que una obra la terminaba yo, vamos que yo daba la última palabra. Pues la Almu diciéndolo y esperando los aplausos y todo el mundo me miraba diciendo ¿pero qué ha dicho Almudenita? si allí me llaman así porque era muy muy delgadilla jajajajaja. Pues ese fue para mi un trauma.... Que corte pase.
ResponderEliminarAlmu